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Hemisfericidad Cerebral
En neurología funcional usamos el término “hemisfericidad cerebral” cuando ambos hemisferios ya no funcionan en la misma longitud de onda y como consecuencia, existe un desequilibrio y desconexión entre ellos, resultando que un lado del cerebro es “más débil” que el otro.
El mal funcionamiento puede ser debido a una falta de estimulación o a un menor desarrollo del cerebro.
Esto también se conoce como “Síndrome de Desconexión Funcional”.
Numerosos estudios científicos llevados a cabo en los últimos diez años han demostrado que las “lesiones” neurológicas reversibles y la “hemisfericidad” cerebral son los problemas cerebrales subyacentes en el TDAH.
Nuestra teoría de trabajo se basa en que el TDAH se debe al subfuncionamiento o falta de desarrollo de las vías neuronales que conectan la Corteza Prefrontal con el Ganglio Basal, Tálamo y el Cerebelo.
Muchos estudios han demostrado también que el cerebelo y el ganglio basal, al ser medidos con resonancia magnética son, en comparación, más pequeños en los niños que sufren TDAH que en el resto de niños.
Mis conocimientos en neurología funcional me permiten evaluar las áreas deficientes de forma precisa para cada individuo, y desarrollar un programa individual encaminado para rehabilitar de forma natural esas áreas.
¿Qué contribuye a causar el Síndrome de Desconexión Funcional?
Disfunciones de la columna vertebral y los músculos posturales:
Mala postura, disfunciones vertebrales (bloqueo y falta de alineación), y desequilibrios musculares.
El desarrollo del cerebro y de nuestras capacidades cognitivas es altamente dependiente del movimiento. Dicho de otra manera, el movimiento nutre el desarrollo cognitivo.
La mayoría de los estímulos que recibe el cerebro provienen de nuestra columna vertebral y de los músculos posturales en la medida en que ellos se adaptan constantemente a la gravedad. Estos estímulos producen la tan vital frecuencia de 40 Hertz y así como energizan el Cerebelo, lo cual es necesario para los mecanismos de control temporal que le permiten al cerebro integrar la información en una experiencia significativa. Esos estímulos de la columna vertebral y de los músculos posturales también conducirán la estimulación a la corteza prefrontal (lóbulo frontal), el cual juega el rol principal en la regulación de las emociones, los impulsos inhibidores, el comportamiento social, la atención y la concentración, y todas las demás funciones cognitivas humanas superiores.
La integridad funcional de nuestra columna vertebral (su capacidad para moverse con fluidez), y de los músculos posturales es esencial para el cerebro, como lo es el movimiento regular y la actividad física.
Los factores perinatales:
Tales como un nacimiento traumático, hipoxia cerebral (falta de oxígeno), o sufrimiento fetal…
Traumas cerebrales:
Accidentes automovilísticos (latigazo cervical), contusión cerebral, traumatismo severo craneal.
Estilo de vida sedentario con actividad física reducida:
En menos de una generación hemos pasado de los juegos en la calle, durante los cuales se usaban un gran número de músculos y coordinación (la rayuela, el escondite, diversos deportes), a los videojuegos y otras actividades sedentarias (televisión, ordenador, etc.)
Factores psicosociales:
Privación sensorial, abuso físico, negligencia de los padres, falta de apoyo social, estrés familiar…
Neurotoxinas Ambientales:
Es un hecho científico bien conocido que muchas sustancias tóxicas pueden pasar de la madre al feto, y afectarlo más adelante de una forma negativa. Si la madre estuvo expuesta a toxinas durante el embarazo, o si tenía una acumulación de esas toxinas en sus tejidos antes de quedar embarazada, estas pueden afectar el desarrollo neurológico adecuado del feto y del niño.
Los metales pesados, los disolventes, pesticidas, tabaco, alcohol, medicamentos y drogas callejeras, están entre las toxinas más frecuentes y más estudiadas.
Deficiencia en ácidos grasos esenciales:
Los ácidos grasos esenciales (AGE) son moléculas de grasa que no pueden ser producidas por el cuerpo y, por lo tanto, deben ser consumidas a través de nuestra dieta. Algunos AGE, tales como el DHA omega-3, juegan un rol crucial en el desarrollo del cerebro del feto. Varios estudios han demostrado una relación entre las deficiencias de omega-6 y omega-3 y el TDAH y los trastornos de aprendizaje. Algunos estudios han mostrado que los niños que fueron alimentados con biberón tienen dos veces más riesgo de desarrollar TDAH que los niños que fueron amamantados.
Esto es debido a deficiencias de DHA en las fórmulas lácteas.
Deficiencia de Minerales, Vitaminas y Aminoácidos:
Varios estudios han demostrado que el magnesio, el zinc, el hierro, las vitaminas B1y B6 son también, a menudo, deficientes. De hecho, un estudio reveló que el 95% de los niños con TDAH tenían deficiencia de magnesio.
Los neurotransmisores son moléculas constituidas por aminoácidos (proteínas).
Un consumo diario adecuado de proteínas de calidad es esencial, así como su digestión apropiada.
Alergias, intolerancia a los alimentos y función gastrointestinal
Algunos estudios han mostrado un vínculo entre el TDAH y el asma, los eczemas, las alergias y la intolerancia alimentaria. Un estudio llegó a probar que cuando los niños con TDAH comían alimentos a los que eran alérgicos, sus patrones de ondas cerebrales se alteraban. Más aún, las alergias alimentarias y las intolerancias están asociadas con el aumento del riesgo de desarrollar infecciones en el oído, lo que es, de por sí, un factor de riesgo del TDAH. Una dieta rica en carbohidratos refinados ha sido asociada con un pobre rendimiento cognitivo en los niños. Y algunos niños son hipersensibles a productos con gluten, lectinas, lácteos y azucarados.
Las alergias y las intolerancias a los alimentos tienen también un efecto directo en el cerebro.
Inflaman o dañan el revestimiento intestinal, lo cual afecta a la digestión, la adecuada absorción de nutrientes vitales y al sistema nervioso entérico. El intestino presentará “fugas” y dejará que partículas sin digerir entren a nuestro torrente sanguíneo, causando reacciones alérgicas posteriores que hacen más probable la entrada de toxinas al cerebro (por el debilitamiento de la barrera sangre-cerebro). Un estudio canadiense demostró que el 74% de los niños con TDAH tenían un “intestino con fugas”.
Pruebas de kinesiología aplicada muscular y de laboratorio pueden usarse para revelar sensibilidades ocultas a determinados alimentos.
Flora Intestinal:
Las bacterias beneficiosas son nuestra primera línea de defensa contra los invasores.
Un estudio reveló que el 46% de los niños con TDAH tenían deficiencia de Lactobacilos y bifidobacterias, las dos bacterias beneficiosas más importantes de nuestra flora intestinal. También han resultado deficientes en IgA, una molécula que ayuda a crear una barrera contra los invasores. Una flora intestinal equilibrada ayuda a disminuir el riesgo de intolerancia a los alimentos, neutraliza los microorganismos y las toxinas que producen cáncer.
Un desequilibrio de nuestra flora intestinal conduce a una proliferación excesiva de bacterias nocivas.
En medicina funcional, esto se denomina “disbiosis”. Esas bacterias producen gran cantidad de toxinas que han sido vinculadas a trastornos neuroconductuales. El uso reiterado de antibióticos es un factor clave en la creación de la disbiosis.
Muchos niños con TDAH han recibido múltiples ciclos de antibióticos para tratar, por ejemplo, infecciones de oído.
La disbiosis no sólo se caracteriza por un desequilibrio en la flora intestinal, sino también por la presencia de microorganismos indeseables. Según un estudio el 41% de los niños con TDAH presentaban parásitos, mientras que el 31% estaba afectado por la proliferación excesiva de la levadura Candida albicans. Esos microorganismos producen metabolitos que afectan a nuestro cerebro y nuestro sistema inmune.
Aditivos alimentarios y fosfatos:
Las investigaciones del Dr. Benjamin Feingold, un famoso pediatra y alergólogo, y de Herta Hafer, una farmacéutica alemana, han demostrado que muchos niños no solo eran alérgicos o intolerantes a determinados alimentos, sino también a algunos aditivos alimentarios y a los fosfatos.
Durante mucho tiempo ha habido una controversia acerca del papel de los aditivos alimentarios en el TDAH, pero, en 2007, un estudio publicado en la prestigiosa revista médica Lancet confirmó dicho vínculo.
El trabajo de la Dra. Doris Rapp, médico especialista en medicina ambiental, ha demostrado que un niño puede no sólo ser sensible a lo que come, sino también a otras sustancias a las que está expuesto, tales como perfumes, cremas para el afeitado, productos de limpieza, pinturas y hasta el humo de los fumadores. podeis leer nuestro articulo sobre los disruptores endocrinos.
Esas sensibilidades desencadenan reacciones alérgicas e inflamatorias que afectan al cerebro y al sistema inmune, conduciendo a los síntomas o a la agravación de los síntomas de trastornos neuroconductuales.
Deficiencias inmunes:
Varios estudios científicos han sugerido que estos niños sufren alteraciones inmunológicas sutiles que pueden participar en la causa de los síntomas del TDAH y el autismo.
Un poco de Neuroanatomía…
Nuestro sistema nervioso central (SNC) se compone de varios elementos:
La Médula Espinal es la vía de comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo; tiene muchos centros de intercambio de información y es la sede de muchos reflejos (tal como retirar automáticamente la mano de un plato caliente).
El Tallo Cerebral contiene los centros de control de la respiración y del corazón, nervios craneales, así como algunas áreas que controlan el estado de alerta.
El Cerebelo está involucrado en la coordinación y el control temporal de los movimientos.
Estudios recientes han demostrado que también juega un rol esencial en la coordinación de funciones orgánicas, las emociones y la atención.
El Tálamo, el cual es la “estación” de intercambio de la información sensorial que viaja hasta los hemisferios.
El Ganglio Basal es otra “estación” de intercambio de información o “conmutador”, involucrado en la selección de movimiento o control de la acción y aprendizaje por ensayo-error.
Los dos Hemisferios Cerebrales están formados por lóbulos: frontal, parietal, temporal y occipital.
En nuestra exploración de la anatomía del cerebro y de cómo ésta se relaciona con el aprendizaje y el TDAH, destacamos dos áreas particularmente interesantes:
- Una parte del lóbulo frontal, llamada la Corteza Prefrontal, la cual es el centro de las Funciones Ejecutivas (atención, planificación, organización, inhibición comportamientos impulsivos, autocontrol.)
- Un sistema de vías neuronales que comunican la Corteza Prefrontal, el Ganglio Basal, el Tálamo y el Cerebelo.
Para comprender mejor el TDAH debemos entender cómo el cerebro integra toda la información que recibe de los sentidos.
Control temporal, sincronización y longitud de onda.
Cada segundo nuestro cerebro es bombardeado con miles de informaciones sensoriales que vienen de numerosas fuentes: la vista, el oído, el gusto, el tacto, los órganos y las vísceras, la piel, los músculos, y las articulaciones.
El cerebro no puede dar sentido a toda esa información a menos que esté integrada en una experiencia significativa, lo cual le permite reaccionar de una forma óptima en relación a su entorno.
Imagínese que usted está viendo una película francesa que no ha sido doblada adecuadamente. Imagine ahora que la imagen y el sonido no están sincronizados. Imagine cómo los labios de los personajes están en ocasiones inmóviles mientras la voz sigue hablando, o imagine cómo los labios se siguen moviendo aunque ya haya terminado la frase. Se pierde la coherencia y se convierte en algo molesto, chocante, carente de sentido, o hasta ridículo. Probablemente usted acabaría por dejar de ver la película. Los niños y los adultos que sufren de TDAH tienen un problema muy parecido con la diferencia de para ellos la desincronización es permanente y nunca se detiene. Es más, la desincronización afecta a toda la información sensorial que viene de los diferentes sentidos.
Para que distintas informaciones sean sincronizadas al mismo tiempo nuestro cerebro debe disponer de un mecanismo de control temporal muy preciso. Este mecanismo requiere un ritmo básico, de la misma manera que un estudiante de música necesita de un metrónomo para adquirir las habilidades básicas del tempo.
En nuestro cerebro, el metrónomo es nuestro Cerebelo. Éste proporciona el mecanismo temporal gracias al cual toda la información entrante será sincronizada. Cualquier mal funcionamiento del cerebelo puede, por lo tanto, conducir a una desincronización de la información, un problema frecuente en los niños que sufren de TDAH.
Además de un buen control temporal, las diferentes partes de nuestro cerebro tienen que estar en la Misma Longitud de Onda o frecuencia para lograr una comunicación apropiada.
Imagínese que está usando un intercomunicador con su hijo que está en el jardín. Si los dos dispositivos utilizan la misma frecuencia (“la misma longitud de onda”) podrán comunicarse sin problemas. Sin embargo, si utilizan longitudes de onda diferentes, se producirán distorsiones que dificultarán la comunicación.
Si ambas frecuencias son muy diferentes, la comunicación resulta imposible.
Nuestros hemisferios cerebrales funcionan a una frecuencia de 40 Hertz. Esta frecuencia es la base para la conciencia humana. A esta frecuencia, el control temporal tiene que ser muy preciso, de otro modo cualquier error puede ser devastador.
Cuando ambos hemisferios funcionan con frecuencias distintas, resulta afectada tanto la comunicación a través de los centros de intercambio de información neurológica, como la comunicación energética.
Esta frecuencia de 40 Hertz se origina en el tálamo, que es el centro de intercambio de la información sensorial que va hasta el cerebro.
Imaginémonos un experimento donde el lado derecho del cuerpo de una persona deja de ser estimulado.
En este caso, el hemisferio izquierdo (que es el que recibe la información de lado derecho del cuerpo) dejará de recibir información. Como consecuencia, se producirá una variación del ritmo de 40 Hertz y se desarrollará una desincronización entre los dos hemisferios.
La investigación en neurociencia ha demostrado que el TDAH es una consecuencia de errores en el control temporal del cerebro, los cuales dan lugar a un problema de desincronización de la información entrante porque dos o más partes de nuestro cerebro «ya no está más en la misma longitud de onda».
Hipo-funcionalidad y Retraso del Desarrollo
El medicamento más conocido para el TDAH es el Ritalín, un estimulante. Uno se podría preguntar, ¿por qué darle un estimulante a alguien que ya es “hiperactivo”? La medicina tradicional comprende esta situación aparentemente paradójica. Las partes del cerebro que son hipo-funcionales en el TDAH usan predominantemente el neurotransmisor Dopamina, un estimulante. Una de las teoría predominantes en el campo de la neurociencia sugiere que, en los niños con TDAH, la dopamina es recapturada y reciclada demasiado rápido. En consecuencia, la corteza prefrontal – la cual actúa como “los frenos” para el resto del cerebro – no está suficientemente estimulada. Por lo tanto, el resto del cerebro ya no está bajo control y es entonces cuando se vuelve “hiper”. Al estimular la zona de “frenado” (la corteza prefrontal), podemos volver a tener temporalmente el “control” del sistema.
¿Qué causa los desequilibrios químicos?
La producción de los neurotransmisores (sustancias químicas de comunicación cerebral) depende de dos factores:
- La presencia de impulsos eléctricos.
- Disponer de suficientes componentes básicos para producir los neurotransmisores.
Los desequilibrios químicos presentes en el TDAH son la consecuencia de “lesiones” neurológicas reversibles y de la “hemisfericidad”, las cuales disminuyen los impulsos eléctricos y, por lo tanto, la liberación o la re-captación de ciertos neurotransmisores.